Cada día se ejecutan en los buscadores miles de búsquedas con los términos "angels", "lolitas", "boylover", "preteens", "girllover", "childlover", "pedoboy", "boyboy", "fetishboy" o "feet boy", con la intención de obtener imágenes totalmente repugnantes.
Hoy es el día del mundial del niño y es una lástima que tengamos que hacer incapié en esta horrible realidad.
Combate la pornografía infantil, combate la pedofília, si te encuentras con imágenes, páginas o enlaces de este tipo, denúncialo en la página de la Guardia Civil.
sábado, 20 de noviembre de 2010
martes, 17 de agosto de 2010
El demonio de la A-52
La primera vez que vi al demonio de la A-52 fue en enero de hace dos años, volvía a casa pasadas las once de una oscura noche más, con algo de lluvia y mucho frío. Viajaba casi solo, de vez en cuando pasaban unas luces en sentido contrario y llevaba un buen rato sin adelantar, o ser adelantado, por nadie. El iPod empezaba a reproducir Sympaty for the Devil, en la versión de los Guns&Roses, cuando me alcanzó repentinamente un coche con unas luces muy brillantes y con el motor más ruidoso que nunca había oído.
Dentro de mi coche parecía de día, pero apenas veía poco más allá del morro, lo que en vez de ponerme nervioso o atemorizarme consiguió enfadarme. Empecé en la intimidad de mi coche, o lo que es lo mismo, vehículo automóvil de tamaño pequeño o mediano, destinado al transporte de personas y con capacidad no superior a nueve plazas, con la tranquilidad de una autovía, es decir, carretera con calzadas separadas para los dos sentidos de la circulación, cuyas entradas y salidas no se someten a las exigencias de seguridad de las autopistas, vacía, hasta que, en el momento que ya me estaba acordando de la parentela más lejana del conductor, un aullido ensordecedor me enmudeció.
Sentí miedo. Toda la rabia que había empleado en repasar las características físicas, intelectuales y morales del conductor de ese infernal coche y de su familia, se había convertido en oscuridad y congoja, que se puede definir como desmayo, fatiga, angustia y aflicción del ánimo. Si alguien os dice que realmente sabe lo que es cagarse de miedo, y esto no lo voy a definir, no os riáis de él, seguramente dice la verdad, literalmente.
Cuando se acabó la canción, minutos que me parecieron horas, un rugido de motor y un larguísimo aullido anunciaron la rauda marcha del demonio de la A-52. Mientras me adelantaba pude ver de reojo, porque estaba paralizado mirando al frente y con las dos manos firmemente asidas al volante, a un perro, un deforme y sarnoso can de palleiro poseído por el espíritu maldito de un rencoroso y codicioso abogado que se suicidó en esa misma carretera después de ser abandonado el mismo día de su boda. Tenía la cabeza fuera del coche, la sacaba por el hueco que de la ventanilla del demoniaco seiscientos. Sus llameantes ojos rojos y su larga lengua brillaban en la oscuridad de una forma obscena y terrorífica.
Cuando se alejó en la oscuridad, mientras aún se podían ver las llamaradas que salían del tubo de escape, sentí que la sangre volvía a circular, que había superado una experiencia que no quería tener repetir nunca más, pero como he dicho, esa fue la primera vez que me encontré con el demonio de la A-52.
Dentro de mi coche parecía de día, pero apenas veía poco más allá del morro, lo que en vez de ponerme nervioso o atemorizarme consiguió enfadarme. Empecé en la intimidad de mi coche, o lo que es lo mismo, vehículo automóvil de tamaño pequeño o mediano, destinado al transporte de personas y con capacidad no superior a nueve plazas, con la tranquilidad de una autovía, es decir, carretera con calzadas separadas para los dos sentidos de la circulación, cuyas entradas y salidas no se someten a las exigencias de seguridad de las autopistas, vacía, hasta que, en el momento que ya me estaba acordando de la parentela más lejana del conductor, un aullido ensordecedor me enmudeció.
Sentí miedo. Toda la rabia que había empleado en repasar las características físicas, intelectuales y morales del conductor de ese infernal coche y de su familia, se había convertido en oscuridad y congoja, que se puede definir como desmayo, fatiga, angustia y aflicción del ánimo. Si alguien os dice que realmente sabe lo que es cagarse de miedo, y esto no lo voy a definir, no os riáis de él, seguramente dice la verdad, literalmente.
Cuando se acabó la canción, minutos que me parecieron horas, un rugido de motor y un larguísimo aullido anunciaron la rauda marcha del demonio de la A-52. Mientras me adelantaba pude ver de reojo, porque estaba paralizado mirando al frente y con las dos manos firmemente asidas al volante, a un perro, un deforme y sarnoso can de palleiro poseído por el espíritu maldito de un rencoroso y codicioso abogado que se suicidó en esa misma carretera después de ser abandonado el mismo día de su boda. Tenía la cabeza fuera del coche, la sacaba por el hueco que de la ventanilla del demoniaco seiscientos. Sus llameantes ojos rojos y su larga lengua brillaban en la oscuridad de una forma obscena y terrorífica.
Cuando se alejó en la oscuridad, mientras aún se podían ver las llamaradas que salían del tubo de escape, sentí que la sangre volvía a circular, que había superado una experiencia que no quería tener repetir nunca más, pero como he dicho, esa fue la primera vez que me encontré con el demonio de la A-52.
viernes, 6 de agosto de 2010
Momentos únicos
1.
Hoy he redescubierto el sereno y profundo placer de deambular sin nota ni hora por el supermercado, con la única compañía de la música.
2.
-¿Y si mañana te tocan cien millones?
-Sería rico.
-Si, vale, pero, ¿qué harías si fueses rico?
-Ese problema lo resolveré cuando llegue, ahora es pronto.
3.
Ayer mi pequeña Candela fue por primera vez al dentista. Antes de ir le preguntó a su abuelo.
-¿Cómo se llama el dentista?
-Doctora Pérez.
-¡Ah! Se llama Pérez.
-No, se apellida Pérez.
-Entonces se llama Doctora.
-No, doctora es...
En ese momento sentí una pequeña y oscura satisfacción por no ser yo el que tenía que salir de ese jardín.
4.
Siento una gran emoción cada vez que veo como la pequeña Candela se esfuerza por aprender a leer. Cada avance me provoca un estado de agitada placidez que me altera profunda y positivamente. La satisfacción que me llena y me hace levitar unos milímetros del suelo procuro disimularla para que no se de cuenta de que, en el fondo, su padre es un sentimental.
miércoles, 14 de julio de 2010
Mientras ella quiera
Verla bailar era hipnótico. Sus movimientos naturales y sensuales lo tenían atrapado en un estado de éxtasis que transgredía todas las leyes conocidas sobre el tiempo y el espacio. Todo lo que le rodeaba dejó de ser visible, solo estaba ella, bailando como nunca antes había visto bailar. En un instante ella le miró y el tiempo se detuvo, su mirada clara se volvió eterna y su pelo flotaba en aire en un giro que nunca acababa. Repentinamente el tiempo se aceleró y ella giró en un instante hasta que volvió a detenerse otra vez, pero esta vez le miraba a los ojos, directamente, creando un vacío aún mayor a su alrededor. En ese instante eterno sintió como su corazón ya no le pertenecía, ahora era de ella y latía al ritmo que marcaban sus caderas.
Mientras ella siguiese bailando, él no necesitaría nada. Después; ya no le importaba el después.
Mientras ella siguiese bailando, él no necesitaría nada. Después; ya no le importaba el después.
viernes, 9 de julio de 2010
Proceso de selección
Llevaba un buen rato sentado en esa incomoda silla en una sala de espera amplia, totalmente blanca y de forma circular. Era una habitación tan regular que no se distinguían las puertas, la vista era una pared continua solo interrumpida por la muchacha que me estaba guiando, aunque parecía que su autentica ocupación era vigilarme con una sonrisa en los labios y un gesto de desconocimiento cada vez que le preguntaba algo. Como no llevaba reloj el tiempo hacía mucho, o poco, que se me había escapado. Y por supuesto, preguntarle a ella era inútil. Aún así no podía hacer otra cosa que hablar, aunque fuera solo, así que le pregunté. -Es un espacio realmente curioso, ¿tardaré mucho en ver al... juez?
La muchacha sin dejar de sonreír giró ligeramente la cara y me dijo con voz dulce y relajante que no era ningún juez, aquí nadie juzgaba a nadie, que era un experto en recursos humanos, una especie de director de casting, aunque claro está, Eden 7 no era ninguna película.
Yo la escuche embobado, era el discurso más largo que le había oído y su voz era sencillamente hipnótica. Podría haberme dicho que me asarían a la parrilla a fuego lento que yo seguiría sonriendo como un idiota e incluso le pediría que me lo repitiese para volver a oír su voz.
-Perdone, es que todo esto me resulta tan sorprendente, dése cuenta que me ha pillado tan de sorpresa...
-No pasa nada, estoy aquí para guiarle y ayudarle en lo pueda.
Envalentonado y encantado de hablar con ella seguí.
-¿Y sabe si voy a seguir solo, sin ver a ningún otro...
-Aspirante, les llamamos aspirantes.
-Gracias, pues eso, ¿sin ver a ningún otro aspirante en todo el proceso?
- Si pasa la fase previa le asignarán en un grupo de aspirantes y a partir de ahí seguirán todos juntos.
-Vaya, gracias.
Estaba buscando algo que preguntarle que no acabara en un leve levantamiento de hombros y de cejas, lo que supondría que la conversación acabaría tan repentinamente como empezó, cuando, en la pared se iluminó una puerta y mi guía se puso en pie, todo al mismo tiempo. Yo no sabía que mirar, si a la recién aparecida puerta o a la muchacha que señalando la puerta me decía que la acompañase. Me levanté como un autómata de la silla, sería incapaz de ignorar una indicación suya, y atravesé la pared, en el momento que sentí que la puerta desaparecía detrás de nosotros pensé que en ese momento se abría otra para que allí accediera otro aspirante y su guía.
Las altísimas columnas que teníamos delante daban la sensación de que nos encontrábamos en un pasillo infinito que se extendía a izquierda y derecha, pero mi guía avanzo entre las columnas en vez de ir a uno de los dos lados y yo la seguí torpemente. En realidad estábamos en un espacio inmenso, una inmensa sala alargada que se extendía a ambos lados hasta perderse la vista y que nosotros atravesábamos por su lado más pequeño, que debían ser por lo menos cien metros entre filas de columnas más el grosor de las columnas, bien cinco metros y los espacios entre las columnas y las pared, otros quince metros. Todo esto en blanco, paredes, suelo, columnas, y con una iluminación uniforme e indirecta, lo que me dificultó extraordinariamente hacer los cálculos de tamaños y distancias, por lo que he de reconocer que son todo lo precisos que me permitieron tan asombrosas condiciones.
El andar de mi guía era suave y apenas hacía ruido, pero como en todo ese espacio no se veía a nadie, ni se oía nada, sus pasos y los míos me parecían el estruendoso andar de una manada de elefantes.
Cuando atravesamos la segunda fila de columnas de la inmensa sala pude ver un ancho pasillo iluminado con luces amarillentas, lo cual rompía bastante con el resto de espacios que había podido ver hasta el momento. Mi guía volvió a indicarme que avanzara delante de ella señalando elegantemente el pasillo.
Al cabo de una veintena de metros acababa el pasillo en una puerta de madera pequeña y virtuosamente tallada. En este punto mi guía se despidió de mi, -Pase, por favor. Aquí le dejo, espero que todo le salga bien.
Yo también, pensé, pero me sentía tan fuera de lugar que no acerté a responder, solo hice un indefinible gesto con la cabeza y atravesé la puerta mientras oía:
-Pase, pase. Rodrigo Gómez Rodríguez, fallecido el día de hoy en accidente de trabajo a los 34 años de edad. ¿Todo correcto?
-Por desgracia así es.
miércoles, 30 de junio de 2010
El verano y la armonía zen
-¿Qué haces ahí tirado con el día que hace?
-Deja, deja, que lo del verano lo llevo fatal.
-Ya, como todos los años...
-Este peor. Es que con tanto sol, tanta niña mona, tanto tiempo libre.
-Eso te pasa por pasarte el año estudiando, ahora no tienes nada que hacer. Puedes ir igual a la biblioteca, a ver si conoces a alguna que te haga caso.
-¡Ni de coña! Allí es peor, además con tanto escote, tanta minifalda, tanta sonrisa.... me pongo malo solo de pensarlo. ¡Pero muy malo!
-Y por eso te quedas en casa, como si te hubiesen encadenado al ordenador.
-Es que mi cacharro es el único que me entiende.
-Tu estás tonto, pero tonto puerta. ¡Anda! Ven conmigo a tomarnos unas cañas y verás como se te quita la tontería.
-Tontería... lo que tengo no es tontería, es que cada vez que veo a una lozana moza en edad de merecer mis amorosas atenciones se me va la sangre de la cabeza y pierdo la noción del espacio y el tiempo, la razón me abandona y el instinto primigenio de procreación y egoísta hedonismo animal se apodera de mi llevándome a un estado natural en la adolescencia pero impropio de una mente adoradora de los prefectos kantianos y aferrima enemiga del superhombre nischeriano. Así, mi buen amigo, nunca alcanzaré el zen y la armonía.
-Mira, lo que te pasa es lo comúnmente denominado "estúpido ardor veraniego" y tiene cura. Tu te vienes conmigo a la playa del Bao, paradisiaca playa, llena de jóvenes en edad de tontear, hermosas y gráciles, y verás como enseguida se te pasa. Y esto te lo digo así para que me entiendas.
-¡Loco! ¿Quieres que me de un ataque?
-Nooo, mira, es muy fácil, después de ver en menos de un dos minutos al décimo grupo de adorables muchachas te parecerá tan normal que para que alguna te altere tendrá que ser una diosa. Así se te quita la tontería.
-¡Curación por saturación! Podría funcionar.
-Venga, coge la toalla y vámonos. ¡Y no te dejes la crema del sol que ya te veo rojo intenso en media hora!
-Deja, deja, que lo del verano lo llevo fatal.
-Ya, como todos los años...
-Este peor. Es que con tanto sol, tanta niña mona, tanto tiempo libre.
-Eso te pasa por pasarte el año estudiando, ahora no tienes nada que hacer. Puedes ir igual a la biblioteca, a ver si conoces a alguna que te haga caso.
-¡Ni de coña! Allí es peor, además con tanto escote, tanta minifalda, tanta sonrisa.... me pongo malo solo de pensarlo. ¡Pero muy malo!
-Y por eso te quedas en casa, como si te hubiesen encadenado al ordenador.
-Es que mi cacharro es el único que me entiende.
-Tu estás tonto, pero tonto puerta. ¡Anda! Ven conmigo a tomarnos unas cañas y verás como se te quita la tontería.
-Tontería... lo que tengo no es tontería, es que cada vez que veo a una lozana moza en edad de merecer mis amorosas atenciones se me va la sangre de la cabeza y pierdo la noción del espacio y el tiempo, la razón me abandona y el instinto primigenio de procreación y egoísta hedonismo animal se apodera de mi llevándome a un estado natural en la adolescencia pero impropio de una mente adoradora de los prefectos kantianos y aferrima enemiga del superhombre nischeriano. Así, mi buen amigo, nunca alcanzaré el zen y la armonía.
-Mira, lo que te pasa es lo comúnmente denominado "estúpido ardor veraniego" y tiene cura. Tu te vienes conmigo a la playa del Bao, paradisiaca playa, llena de jóvenes en edad de tontear, hermosas y gráciles, y verás como enseguida se te pasa. Y esto te lo digo así para que me entiendas.
-¡Loco! ¿Quieres que me de un ataque?
-Nooo, mira, es muy fácil, después de ver en menos de un dos minutos al décimo grupo de adorables muchachas te parecerá tan normal que para que alguna te altere tendrá que ser una diosa. Así se te quita la tontería.
-¡Curación por saturación! Podría funcionar.
-Venga, coge la toalla y vámonos. ¡Y no te dejes la crema del sol que ya te veo rojo intenso en media hora!
martes, 22 de junio de 2010
No mires atrás
¡Sigue! ¡No te pares! Ya se que parece que están por todas partes, pero no hagas caso a tus oídos. No pienses, solo corre, no te pares ni un segundo, si no, estás perdido. ¿Los demás? No te fijes en los demás. No te dejaré solo, pero si te caes has de levantarte tu mismo, nadie se puede parar, ni esperar, y mucho menos retroceder por nada ni por nadie.
Izquierda o derecha, da igual siempre que no te pares. ¡Cuidado! Si tropiezas no podré ayudarte, sigue, sigue, sigue avanzando sin mirar atrás pues la oscuridad es todo lo que dejamos a nuestras espaldas.
¿Miedo? Sería un inconsciente si no tuviese algo de miedo. Ya se que ese ruido es aterrador, pero el miedo paraliza y nosotros no podemos parar, sigue, olvídate de lo que oyes, piensa que sea lo que sea lo estamos dejando atrás, que está vez lo vamos a conseguir, que ya falta menos.
No estás cansado, ¡no puedes estar cansado!, tenemos que seguir, tenemos que estar cerca, tenemos que conseguirlo. Coge mi mano, no te dejaré atrás, llegaremos juntos, te lo prometo.
Sabía que llegaríamos, sabía que lo conseguiríamos. ¿Por qué no te dejé caer? Porque no me gusta viajar solo, o porque me caes bien, o porque cada noche somos menos los que llegamos al refugio del día y lo que realmente me aterra es quedarme solo.
No lo olvides, si dejamos de movermos, no nos atraparán las sombras que en la noche quieren quitarnos la ilusión, la esperanza y en definitiva, la vida, así que corre y no mires atrás.
Izquierda o derecha, da igual siempre que no te pares. ¡Cuidado! Si tropiezas no podré ayudarte, sigue, sigue, sigue avanzando sin mirar atrás pues la oscuridad es todo lo que dejamos a nuestras espaldas.
¿Miedo? Sería un inconsciente si no tuviese algo de miedo. Ya se que ese ruido es aterrador, pero el miedo paraliza y nosotros no podemos parar, sigue, olvídate de lo que oyes, piensa que sea lo que sea lo estamos dejando atrás, que está vez lo vamos a conseguir, que ya falta menos.
No estás cansado, ¡no puedes estar cansado!, tenemos que seguir, tenemos que estar cerca, tenemos que conseguirlo. Coge mi mano, no te dejaré atrás, llegaremos juntos, te lo prometo.
Sabía que llegaríamos, sabía que lo conseguiríamos. ¿Por qué no te dejé caer? Porque no me gusta viajar solo, o porque me caes bien, o porque cada noche somos menos los que llegamos al refugio del día y lo que realmente me aterra es quedarme solo.
No lo olvides, si dejamos de movermos, no nos atraparán las sombras que en la noche quieren quitarnos la ilusión, la esperanza y en definitiva, la vida, así que corre y no mires atrás.
lunes, 31 de mayo de 2010
Satisfacción
1
Una lágrima de inconmensurable satisfacción recorría su mejilla mientras en su boca sabores y sensaciones que pensaba olvidados le llevaban a otro momento y lugar. Nada de lo que le rodeaba en esos momentos podría haberle distraído y apartado del singular estado de placidez y excitación que, como cada mañana, le provocaba el croissant del desayuno.
2
El agua caliente caía abundante sobre su cuerpo y llenaba el baño de vapor. Con los ojos cerrados mirando al techo se abandono unos eternos segundos al placer de una ducha abundante y caliente. Disfrutar de cada segundo era inevitable, cada gota de agua que impactaba contra su cuerpo era una fuente de insondable placer táctil.
3
La suavidad con la música llenaba todo el coche conviertiendolo en una isla de elegancia y refinamiento en medio de un mar de vulgaridad y terrorífico mal gusto. Esto le provocó una sonrisa y un gesto de complacencia que le hacían parecer estúpido o drogado. Y era así como se sentía, felizmente estúpido y drogado por las elegantes notas, la armonía de sonidos y la genial interpretación. El camino sería demasiado corto ese día.
Una lágrima de inconmensurable satisfacción recorría su mejilla mientras en su boca sabores y sensaciones que pensaba olvidados le llevaban a otro momento y lugar. Nada de lo que le rodeaba en esos momentos podría haberle distraído y apartado del singular estado de placidez y excitación que, como cada mañana, le provocaba el croissant del desayuno.
2
El agua caliente caía abundante sobre su cuerpo y llenaba el baño de vapor. Con los ojos cerrados mirando al techo se abandono unos eternos segundos al placer de una ducha abundante y caliente. Disfrutar de cada segundo era inevitable, cada gota de agua que impactaba contra su cuerpo era una fuente de insondable placer táctil.
3
La suavidad con la música llenaba todo el coche conviertiendolo en una isla de elegancia y refinamiento en medio de un mar de vulgaridad y terrorífico mal gusto. Esto le provocó una sonrisa y un gesto de complacencia que le hacían parecer estúpido o drogado. Y era así como se sentía, felizmente estúpido y drogado por las elegantes notas, la armonía de sonidos y la genial interpretación. El camino sería demasiado corto ese día.
jueves, 25 de marzo de 2010
¡Ya estoy aquí!
Hola, me llamo Lucas y aunque he tenido una gestación complicada, ya he conseguido salir. Yo pensaba que esto sería más fácil en cuanto saliese, pero para empezar he de decir que me obligaron a salir, anticipadamente y contra mi voluntad. Os podéis imaginar el susto que me dieron, además al poco de salir y de verme obligado a respirar por mi cuenta, un desalmado aprovechando que tenia los ojos cerrados me alejó de mi mamá y me llevó a una urna, eso sí, calentita y cómoda, manteniendome alejado de mi mamá varios días. Alguien pensó que sería un consuelo que mi papá viniera a verme de vez en cuando, pero yo lo que quería era estar con mi mamá.
En fin, ya estoy en casa, mi mamá no se separa de mi, me da rica leche, me arrulla, me mima y me cambia el pañal sin llamarme cochino, no como el pesado de papá que encima tiene la cara de usarme como excusa para no escribir más a menudo.
Por cierto, el vago de mi papá no ha guardado aún ninguna foto mía, y eso que nací el día 16, y está poniendo aquí la foto de mama con mi hermanita Candela aún en la barriguita.
En fin, ya estoy en casa, mi mamá no se separa de mi, me da rica leche, me arrulla, me mima y me cambia el pañal sin llamarme cochino, no como el pesado de papá que encima tiene la cara de usarme como excusa para no escribir más a menudo.
Por cierto, el vago de mi papá no ha guardado aún ninguna foto mía, y eso que nací el día 16, y está poniendo aquí la foto de mama con mi hermanita Candela aún en la barriguita.
viernes, 12 de marzo de 2010
Mala esperiencia
-Aún llegaremos tarde.
-Tranquilo, vamos por aquí que seguro que acortamos.
-¿Seguro? Mira que tus atajos suelen ser una mierda.
-¡Una mierda! ¿A ver que dices cuando lleguemos...
-¡Tarde! Como siempre.
Ella no dijo nada más, se la veía realmente molesta, mientras, apuraba el paso y se adentraba en una calle cada vez peor iluminada. Él la seguía disfrutando de su pequeña venganza y se conformó con seguirla sin decir nada.
A los cinco minutos y tres intersecciones más allá, ella se detuvo en un nuevo cruce con una nueva calle. A él le parecía igual a los anteriores y no se veía el nombre de ninguna de las dos calles, aunque para ser sinceros, ni se veía nada, ni hubiera importado mucho saber el nombre de las calles. Las escasas farolas, apenas había una, de apagada luz amarillenta, cada veinticinco o treinta metros, lo que apenas daba para adivinar formas y volúmenes.
-Tranquilo, vamos por aquí que seguro que acortamos.
-¿Seguro? Mira que tus atajos suelen ser una mierda.
-¡Una mierda! ¿A ver que dices cuando lleguemos...
-¡Tarde! Como siempre.
Ella no dijo nada más, se la veía realmente molesta, mientras, apuraba el paso y se adentraba en una calle cada vez peor iluminada. Él la seguía disfrutando de su pequeña venganza y se conformó con seguirla sin decir nada.
A los cinco minutos y tres intersecciones más allá, ella se detuvo en un nuevo cruce con una nueva calle. A él le parecía igual a los anteriores y no se veía el nombre de ninguna de las dos calles, aunque para ser sinceros, ni se veía nada, ni hubiera importado mucho saber el nombre de las calles. Las escasas farolas, apenas había una, de apagada luz amarillenta, cada veinticinco o treinta metros, lo que apenas daba para adivinar formas y volúmenes.
miércoles, 10 de marzo de 2010
Polidamante
Eran casi las cuatro de la tarde y ya llevaba más de veinte minutos de espera. Por suerte me había llevado un libro y mi inseparable iPod. Había escogido música relajada, tranquila, acorde con la hora de sobremesa y que me hacía más llevadera la espera. también ayudaba el día soleado, estar ante un café en una terraza en un precioso parque rodeado de árboles con un tenue, pero muy agradable, sol de invierno.
Había renunciado hacía un rato a volver a mirar la hora cuando me doy cuenta de que un gato gris, de considerables proporciones, estaba sentado en la silla que tenía a mi lado. Le observe un rato, era realmente imponente, señorial, impasible. Sin apenas pensarlo le salude incluyendo una elegante inclinación de cabeza, -buenas tardes-.
-Buenas tardes- me responde claramente en gran gato gris mientras entorna ligeramente los ojos.
Ya se que hablar con gatos desconocidos no es muy normal, pero como a veces me ocurren cosas de estas ya no me asusto y me dejo llevar en vez de salir corriendo y pedir vez en le psiquiatra.
- Mi nombre es Carlos.-Le digo mientras apago el iPod y cierro el libro.
- El mío es Polidamante, pero puedes llamarme Poli.
- No hace mala tarde.- Le digo para romper el hielo haciendo uso del tópico meteorológico a la espera de que aparezca algo sobre lo que hablar con un gato.
- Psss.- Dijo Polidamente mirando a un lado y al otro. -¿Está interesante el libro?
- Un clásico, la ilíada, la verdad es que no me canso de releerlo, es tan...- dudé un momento, el gato Polidamante no de dejaba de mirar a las escaleras que subían a la calle Rodício. No parecía muy interesado en lo que le contaba, pero la verdad es que era él quien había preguntado. - ¿Le ocurre algo?- le pregunte algo molesto.
-Disculpa- Me dijo con evidente malestar. -Es que hay por ahí un fox terrier endemoniado que me tiene de los nervios. Cada vez que me ve se me lanza encima con una furia asesina propia del mismo Aquiles.
Ese detalle me dejó claro que Polidamante era todo un señor, consiguió mi disculpa y admiración en la misma frase.
-Muy bueno, lo de Aquiles, no que te persiga un perro loco. Si pudiera ayudarte de alguna manera...
-No se, la verdad es que no creo que tenga solución, acabaré mudándome, eso o consigo que ese enfermo obsesionado tenga un accidente.
-Es que los fox terrier ya se sabe lo obsesivos que se vuelven, no paran. Pero, ¿no tiene dueño?
Me miró mal, una mirada entre disgusto, desaprobación y algo de cansancio. No me contesto en el momento, se lo pensó un poco.
-Si, viene con alguien, pero siempre lo trae suelto y todo lo que hace cuando me persigue es llamarlo un par de veces. Ese humano tiene de líder lo que yo de tonto.
-Ya,- dije un poco abrumado. -¿Si quieres hablo con ese individuo y le llamo la atención por traerlo suelto? Eso ten daría algo de ventaja.- Esta vez no me atreví a llamarlo dueño, me pareció que ese término no le hacía mucha gracia.
-Pues sería todo un detalle, la verdad.
-Dalo por hecho.- En ese momento me sentía grande.
Antes de que pudiera decir nada más Polidamante profirió una especie de chillido y se marcho tirando la silla donde estaba sentado. Un fox terrier blanco, marrón y negro le perseguía ladrando como loco. Les seguí con la mirada unos segundo para después mirar en sentido contrario para localizar al humano que venía con él. La verdad es que fui un poco brusco, pero se lo había prometido al gran gato gris Polidamante. Espero que ahora tenga algo de tiempo antes de que suelten para correr por el parque a Coque, el nervioso y alegre fox terrier.
Había renunciado hacía un rato a volver a mirar la hora cuando me doy cuenta de que un gato gris, de considerables proporciones, estaba sentado en la silla que tenía a mi lado. Le observe un rato, era realmente imponente, señorial, impasible. Sin apenas pensarlo le salude incluyendo una elegante inclinación de cabeza, -buenas tardes-.
-Buenas tardes- me responde claramente en gran gato gris mientras entorna ligeramente los ojos.
Ya se que hablar con gatos desconocidos no es muy normal, pero como a veces me ocurren cosas de estas ya no me asusto y me dejo llevar en vez de salir corriendo y pedir vez en le psiquiatra.
- Mi nombre es Carlos.-Le digo mientras apago el iPod y cierro el libro.
- El mío es Polidamante, pero puedes llamarme Poli.
- No hace mala tarde.- Le digo para romper el hielo haciendo uso del tópico meteorológico a la espera de que aparezca algo sobre lo que hablar con un gato.
- Psss.- Dijo Polidamente mirando a un lado y al otro. -¿Está interesante el libro?
- Un clásico, la ilíada, la verdad es que no me canso de releerlo, es tan...- dudé un momento, el gato Polidamante no de dejaba de mirar a las escaleras que subían a la calle Rodício. No parecía muy interesado en lo que le contaba, pero la verdad es que era él quien había preguntado. - ¿Le ocurre algo?- le pregunte algo molesto.
-Disculpa- Me dijo con evidente malestar. -Es que hay por ahí un fox terrier endemoniado que me tiene de los nervios. Cada vez que me ve se me lanza encima con una furia asesina propia del mismo Aquiles.
Ese detalle me dejó claro que Polidamante era todo un señor, consiguió mi disculpa y admiración en la misma frase.
-Muy bueno, lo de Aquiles, no que te persiga un perro loco. Si pudiera ayudarte de alguna manera...
-No se, la verdad es que no creo que tenga solución, acabaré mudándome, eso o consigo que ese enfermo obsesionado tenga un accidente.
-Es que los fox terrier ya se sabe lo obsesivos que se vuelven, no paran. Pero, ¿no tiene dueño?
Me miró mal, una mirada entre disgusto, desaprobación y algo de cansancio. No me contesto en el momento, se lo pensó un poco.
-Si, viene con alguien, pero siempre lo trae suelto y todo lo que hace cuando me persigue es llamarlo un par de veces. Ese humano tiene de líder lo que yo de tonto.
-Ya,- dije un poco abrumado. -¿Si quieres hablo con ese individuo y le llamo la atención por traerlo suelto? Eso ten daría algo de ventaja.- Esta vez no me atreví a llamarlo dueño, me pareció que ese término no le hacía mucha gracia.
-Pues sería todo un detalle, la verdad.
-Dalo por hecho.- En ese momento me sentía grande.
Antes de que pudiera decir nada más Polidamante profirió una especie de chillido y se marcho tirando la silla donde estaba sentado. Un fox terrier blanco, marrón y negro le perseguía ladrando como loco. Les seguí con la mirada unos segundo para después mirar en sentido contrario para localizar al humano que venía con él. La verdad es que fui un poco brusco, pero se lo había prometido al gran gato gris Polidamante. Espero que ahora tenga algo de tiempo antes de que suelten para correr por el parque a Coque, el nervioso y alegre fox terrier.
jueves, 4 de marzo de 2010
Premio
En inspiración podemos ver que Amebaparlante merece la consideración de Blog Vip. Como soy una persona agradecida aquí está el poster, muy manga y azul, eso sí, y el agradecimiento a Campoazul por pensar en mi.
Para los que se preguntan por los que yo considero Blogs Vip, diré que podéis verlos en la columna de la derecha, aunque también he de decir que tengo que actualizarlo, que faltan algunos como el de Campoazul.
Para los que se preguntan por los que yo considero Blogs Vip, diré que podéis verlos en la columna de la derecha, aunque también he de decir que tengo que actualizarlo, que faltan algunos como el de Campoazul.
lunes, 22 de febrero de 2010
Viajar no es bueno para todos
Llevaba ya un buen cuarto de hora con el teléfono en la oreja. De mi boca apenas podían salir un, "si, claro", "ya, ya", y a veces intentaba frenarlo con un, "pero mira...", que no daba pasado de ahí. No paraba de hablar, de contar una increíble anécdota, de preguntar y responderse a si mismo, de asombrarse, indignarse y lamentarse por los dos. Tan cansado estaba que pensé en buscar a alguien que siguiera por mi diciendo, "si, si", "claro", "ya, ya".
Yo creía que ya no le escuchaba cuando en mitad de una terrible experiencia le entiendo:
-...y son además unos maleducados, ¿sabes? es que no tienen nada de respeto porque no solo hablan en inglés entre ellos, delante de ti, si no que, es que no te lo vas a creer, les preguntas, despacito que ya sabes que soy muy considerado, y los muy cretinos te responden en inglés. ¡Es que no hay educación!
- Espera, espera. ¡Pero no te has dado cuenta de que estás en Londres! ¡LONDRES!
-Sii, ¿y qué? A ver si por la tontería esta de la flema y el té y que canten en ingles tienen que hacerlo todo en esa lengua del demonio. Que yo voy de buenas, que si no les quitaba la tontería de dos sopapos y dejaban de ser unos estirados y unos snobs...
-Claro, claro...
Mi rendición fue incondicional, si él quería que le entendiesen, le entenderían, porque muy listo no es, pero bruto, un rato. Solo me consolaba que además de bruto era buena persona, así que se apiadaría de esos pobres londinenses y no les haría aprender toda la extensa lengua de Cervantes.
-...bueno, te dejo que tengo que ir a clases, y estos estiraos son muy puntuales. Abur.
- Adiós fiera, pásalo bien.
A ver si por lo menos nos vuelve un poco más puntual.
Yo creía que ya no le escuchaba cuando en mitad de una terrible experiencia le entiendo:
-...y son además unos maleducados, ¿sabes? es que no tienen nada de respeto porque no solo hablan en inglés entre ellos, delante de ti, si no que, es que no te lo vas a creer, les preguntas, despacito que ya sabes que soy muy considerado, y los muy cretinos te responden en inglés. ¡Es que no hay educación!
- Espera, espera. ¡Pero no te has dado cuenta de que estás en Londres! ¡LONDRES!
-Sii, ¿y qué? A ver si por la tontería esta de la flema y el té y que canten en ingles tienen que hacerlo todo en esa lengua del demonio. Que yo voy de buenas, que si no les quitaba la tontería de dos sopapos y dejaban de ser unos estirados y unos snobs...
-Claro, claro...
Mi rendición fue incondicional, si él quería que le entendiesen, le entenderían, porque muy listo no es, pero bruto, un rato. Solo me consolaba que además de bruto era buena persona, así que se apiadaría de esos pobres londinenses y no les haría aprender toda la extensa lengua de Cervantes.
-...bueno, te dejo que tengo que ir a clases, y estos estiraos son muy puntuales. Abur.
- Adiós fiera, pásalo bien.
A ver si por lo menos nos vuelve un poco más puntual.
lunes, 15 de febrero de 2010
Palabras
Las palabras expresan mucho más de lo que queremos decir. Esto es algo que se hace más agobiante cuando las usas en un medio permanente y público, con un texto que pretende ser inmortal e imperecedero gracias a la tecnología y al afán del hombre por atesorar conocimiento. Así unas veces nos dedicamos a buscar la expresión perfecta por su precisión y concreción mientras que en otras ocasiones tratamos de encontrar una etérea evocación de sensaciones o sentimientos.
Tanto lo primero como lo segundo resultan inútiles ante el exceso de información que poseen las palabras. Vértigo me da cada vez que busco la palabra precisa y miedo siento cuando leo, y releo, un texto donde hay sensaciones o sentimientos, por que nunca, siempre, quiero, odio, siento, o mucho y poco, son cajas llenas de información que siempre queremos entregar.
Así jugamos al escondite con las palabras, sin querer ser conscientes de que siempre nos ganarán. Buscamos el término que exprese la idea sin que se lleve mucho de nosotros con ella, de esta forma tratamos de evitar palabras que nos desnudarían inmediatamente, palabras que salen de nuestras bocas, o de nuestros dedos, cuando nos expresamos con el corazón y sin filtrar. Todos queremos dar una versión moderada de nuestra persona a los demás, por eso tememos a las palabras lanzadas a los demás en un momento de sinceridad, para acto seguido disculparnos, -lo dije sin pensar-. Y en esa realidad de ausencia de filtrado está su inmenso y peligroso valor, porque una vez dicho, o escrito, ahí quedan para siempre, abriendo una pequeña brecha en nuestra moderada y aceptable fachada.
Tanto lo primero como lo segundo resultan inútiles ante el exceso de información que poseen las palabras. Vértigo me da cada vez que busco la palabra precisa y miedo siento cuando leo, y releo, un texto donde hay sensaciones o sentimientos, por que nunca, siempre, quiero, odio, siento, o mucho y poco, son cajas llenas de información que siempre queremos entregar.
Así jugamos al escondite con las palabras, sin querer ser conscientes de que siempre nos ganarán. Buscamos el término que exprese la idea sin que se lleve mucho de nosotros con ella, de esta forma tratamos de evitar palabras que nos desnudarían inmediatamente, palabras que salen de nuestras bocas, o de nuestros dedos, cuando nos expresamos con el corazón y sin filtrar. Todos queremos dar una versión moderada de nuestra persona a los demás, por eso tememos a las palabras lanzadas a los demás en un momento de sinceridad, para acto seguido disculparnos, -lo dije sin pensar-. Y en esa realidad de ausencia de filtrado está su inmenso y peligroso valor, porque una vez dicho, o escrito, ahí quedan para siempre, abriendo una pequeña brecha en nuestra moderada y aceptable fachada.
lunes, 8 de febrero de 2010
Contraseñas
Una de mis obligaciones es la de administrar una serie de equipos informáticos, unos de sobremesa y otros portátiles repartidos por aulas, aula 1, aula portátiles, etc. Entre las poco agradecidas tareas de instalar, actualizar y desparasitar está también la de crear, mantener y vigilar a los usuarios. Como mi trabajo consiste en dar cursos, los usuarios que creamos en estos ordenadores con Windows solo duran una semana más que los cursos, con lo que constantemente estamos creando y eliminando usuarios. Además con el constante paso de nuevos usuarios, personas, nos obliga a cambiar con cierta frecuencia las claves de administración de los equipos.
Había una serie de equipos portátiles que habían vuelto después de pasearse por Galicia durante una buena temporada, por los que me tocaba hacerles una revisión. Para este tipo de tareas usamos el usuario administrador, que siempre tenemos con contraseña, y desde el que podemos realizar todas las tareas necesarias. Así que me dispuse a pasar una entretenida tarde de revisión de equipos. Lo primero que hago es encender uno, el que tenía más a mano, e introducirle la contraseña de administrador. Me dice que me he equivocado, cosas que pasan cuando uno escribe con prisas, así que me veo obligado a intentarlo de nuevo, consiguiendo el mismo resultado, la tercera vez, y otra vez la negativa es la respuesta obtenida. Como tenía donde escoger, lo intenté con otro, quedándome igual, bueno, igual no, cada vez más tenso y cercano a la ira. Con el tercero pasa lo mismo y con un cuarto también. Llegado ese punto mi mirada incendiaba a cualquier infeliz que se cruzaba conmigo y mis pensamientos, de muerte y destrucción, eran perfectamente audibles por todo el mundo.
Me dirigí al aula donde se encontraba Oscar, compañero de penurias y co-administrador de los equipos, que al verme cruzar la puerta se agachó ágilmente evitando mi flamígera y letal mirada, claro está que mis terribles gritos exigiendo la lenta y espeluznante tortura de quien había osado alterar el usuario sagrado Administrador le alertaron de sobra. Allí, al borde de la desintegración por ira, le conté lo que le haría al insensato que nos había cambiado las claves de Administrador. Él, tranquilo, sacó el CD revientaclaves del estuche de emergencias y nos dirigimos hacia los equipos díscolos.
Ellos nos miraban desafiantes, pero nosotros teníamos la herramienta definitiva. Introdujimos el CD, arrancamos la máquina y esperamos a que nos diera la clave de cada usuario. Mientras Linux y sus maléficas herramientas trabajaban, yo seguí enumerando los poco delicados epitetos que le dedicaba al desdichado que había cambiado la clave y describía las torturas a las que le sometería.
Por fin acabó Linux su trabajo y emitió su veredicto. Usuario: Administrador, Clave: peliqueiro.
Oscar me miró mientras yo callaba, solo por un instante para volver a acordarme del que cambió la clave. -¡Seré idiota! La cambié antes de que se fueran y me olvidé anotarlo.
Oscar guardo silencio, extrajo el CD de la máquina y se marcho con una sospechosa sonrisa.
Había una serie de equipos portátiles que habían vuelto después de pasearse por Galicia durante una buena temporada, por los que me tocaba hacerles una revisión. Para este tipo de tareas usamos el usuario administrador, que siempre tenemos con contraseña, y desde el que podemos realizar todas las tareas necesarias. Así que me dispuse a pasar una entretenida tarde de revisión de equipos. Lo primero que hago es encender uno, el que tenía más a mano, e introducirle la contraseña de administrador. Me dice que me he equivocado, cosas que pasan cuando uno escribe con prisas, así que me veo obligado a intentarlo de nuevo, consiguiendo el mismo resultado, la tercera vez, y otra vez la negativa es la respuesta obtenida. Como tenía donde escoger, lo intenté con otro, quedándome igual, bueno, igual no, cada vez más tenso y cercano a la ira. Con el tercero pasa lo mismo y con un cuarto también. Llegado ese punto mi mirada incendiaba a cualquier infeliz que se cruzaba conmigo y mis pensamientos, de muerte y destrucción, eran perfectamente audibles por todo el mundo.
Me dirigí al aula donde se encontraba Oscar, compañero de penurias y co-administrador de los equipos, que al verme cruzar la puerta se agachó ágilmente evitando mi flamígera y letal mirada, claro está que mis terribles gritos exigiendo la lenta y espeluznante tortura de quien había osado alterar el usuario sagrado Administrador le alertaron de sobra. Allí, al borde de la desintegración por ira, le conté lo que le haría al insensato que nos había cambiado las claves de Administrador. Él, tranquilo, sacó el CD revientaclaves del estuche de emergencias y nos dirigimos hacia los equipos díscolos.
Ellos nos miraban desafiantes, pero nosotros teníamos la herramienta definitiva. Introdujimos el CD, arrancamos la máquina y esperamos a que nos diera la clave de cada usuario. Mientras Linux y sus maléficas herramientas trabajaban, yo seguí enumerando los poco delicados epitetos que le dedicaba al desdichado que había cambiado la clave y describía las torturas a las que le sometería.
Por fin acabó Linux su trabajo y emitió su veredicto. Usuario: Administrador, Clave: peliqueiro.
Oscar me miró mientras yo callaba, solo por un instante para volver a acordarme del que cambió la clave. -¡Seré idiota! La cambié antes de que se fueran y me olvidé anotarlo.
Oscar guardo silencio, extrajo el CD de la máquina y se marcho con una sospechosa sonrisa.
lunes, 1 de febrero de 2010
Ya van siete
Hoy hace... esperad, tres a diez, o era diez a tres, entonces van cinco y debo una, no, dos, esperad, a ver, entonces tiene que ser seis, no siete, eso, siete, son siete.
Hoy hace siete años que me he casado. Siete años que han pasado como un suspiro, lo cual debe ser porque soy feliz o porque tengo mala memoria. Siete años que no pesan, ni dan vértigo, siete años que no me parecen más que un preludio y de los que tengo más recuerdo buenos que malos, siete años que espero que se conviertan en setenta.
Dicen que uno es feliz cuando no se plantea si es feliz o no. Con lo que tengo claro que a su lado soy feliz. Eso o es que soy capaz de no pensar en nada, con lo que también se puede decir que soy feliz.
Si es que siete años a su lado no son nada.
Hoy hace siete años que me he casado. Siete años que han pasado como un suspiro, lo cual debe ser porque soy feliz o porque tengo mala memoria. Siete años que no pesan, ni dan vértigo, siete años que no me parecen más que un preludio y de los que tengo más recuerdo buenos que malos, siete años que espero que se conviertan en setenta.
Dicen que uno es feliz cuando no se plantea si es feliz o no. Con lo que tengo claro que a su lado soy feliz. Eso o es que soy capaz de no pensar en nada, con lo que también se puede decir que soy feliz.
Si es que siete años a su lado no son nada.
lunes, 25 de enero de 2010
Peonzas
La mente masculina, es decir de los hombres, es como una peonza girando. Vamos, un trompo, peonza, sabes a que me refiero.- Insistió mientras hacía girar su mano derecha delante de él. -Claro, claro, yo tenía uno de...- intenté terciar sin éxito alguno.-Pues eso, que es un lanzamiento de peonza que gira y gira haciendo casi siempre el mismo camino, sin desviarse nunca, porque los hombre somos así, con pocas extravagancias, firmes y constantes, pero a veces uno de esos giros se aleja de los demás, eso es cuando nos da una locura, como dirías tu..., una arroutada, un pallá, y hacemos una locura como comprarnos una bicicleta de la leche aunque no vayamos a usarla más de un par de veces. ¿Me entiendes?- Hablaba sin parar, gesticulando todo el tiempo y mirando a los ojos a a cada uno de los presentes uno tras otro. -Vamos, que esas excentricidades en algunos se dan de vez en cuando, como un lanzamiento regular, o muy pocas veces, como en un lanzamiento de la leche, o como en el caso del Fede no hay dos giros iguales. En fin, que la cabeza loca del Fede es un lanzamiento de pena de peonza.- Acabo, o eso parecía, abriendo los brazos y mirándonos a todos mientras asentía con la cabeza.
-Así que Fede es un mal lanzamiento de trompo.- Afirmo Luisa, que estaba a mi lado.- Entonces, ¿como es tu lanzamiento?
Las risas no contuvieron al locuaz orador. -El mío, el mío, ¡el mío es la leche!- Sentenció para mayor regocijo de los presentes.
Por suerte nadie pregunto como veía la mente femenina, es decir de las mujeres, porque si esto hubiera pasado si que hubiéramos descubierto las excentricidades de su mente.
-Así que Fede es un mal lanzamiento de trompo.- Afirmo Luisa, que estaba a mi lado.- Entonces, ¿como es tu lanzamiento?
Las risas no contuvieron al locuaz orador. -El mío, el mío, ¡el mío es la leche!- Sentenció para mayor regocijo de los presentes.
Por suerte nadie pregunto como veía la mente femenina, es decir de las mujeres, porque si esto hubiera pasado si que hubiéramos descubierto las excentricidades de su mente.
miércoles, 20 de enero de 2010
Publicidad
Ayer he visto una valla publicitaria que me ha hecho pensar. MItsubishi Grandis con DVD por XXXXX euros.
En principio solo parece un anuncio que quiere que tengamos en cuenta este coche a la hora de adquirir uno nuevo, o de sustituir el viejo. Pero nada más verlo leerlo me asalto una pregunta. ¿Tener DVD es la ventaja más destacable de este coche? ¿No tiene nada más interesante, que el ya mencionado DVD, que le sirva como argumento de ventas? ¿Serán todos los coches, de su categoría, tan similares en todos sus aspectos que el DVD es la diferencia ganadora de este coche? Y si la competencia incluye el ya cansino DVD en el equipamiento, ¿que resaltarán como elemento diferenciador?
MItsubishi Grandis, con una flor de plástico, por XXXXX euros.
En principio solo parece un anuncio que quiere que tengamos en cuenta este coche a la hora de adquirir uno nuevo, o de sustituir el viejo. Pero nada más verlo leerlo me asalto una pregunta. ¿Tener DVD es la ventaja más destacable de este coche? ¿No tiene nada más interesante, que el ya mencionado DVD, que le sirva como argumento de ventas? ¿Serán todos los coches, de su categoría, tan similares en todos sus aspectos que el DVD es la diferencia ganadora de este coche? Y si la competencia incluye el ya cansino DVD en el equipamiento, ¿que resaltarán como elemento diferenciador?
MItsubishi Grandis, con una flor de plástico, por XXXXX euros.
viernes, 15 de enero de 2010
El destino de Teseo
Un día más pasaba las horas observando a la bestia desde una de las altas torres. Un día más observaba su ir y venir por los pasillos del laberinto intentando meterme en su mente sin éxito alguno. Un día más me fui apesadumbrado de la torre, tras darle la habitual propina al guardia, sin entender el origen del poder de la bestia.
Cuando me propuse enfrentarme al desafía para conseguir el permiso de Minos, rey de Creta, para casarme con su hija Ariadna, el Minotauro ya había acabado con decenas de nobles guerreros que buscaban gloria y fortuna. Todos pensaban que estaba loco, unos culpando a Ares y otros más observadores a Afrodita, pues mi familia posee fortuna suficiente para vivir diez vidas, y provengo de una estirpe de héroes que nos han dotado de gloria, aún sin hacer nada para aumentarla, a sus hijos y nietos. Pero yo no busco aumentar gloria alguna, yo solo quiero que Ariadna y yo podemos estar juntos con la bendición de nuestros padres.
En cuanto Ariadna supo de mi decisión de adentrarme en el laberinto de Dédalo para dar muerte al Minotauro me suplicó que abandonara, que marchara de vuelta a Atenas, que prefería no tenerme a tenerme muerto. Pero yo no podía vivir sin ella, no podía concebirme como noble hijo de Egeo, heredero de una antigua y heroica estirpe si abandonaba a la mujer que amo por temor a la cierta muerte en el desafío del Minotauro. Alcanzaré la bella muerte, seguramente es mi destino, ante los habitantes de Creta en noble y épica lucha con la terrible bestia, pero nunca retrocederé por muy terrible que sea el destino que me han otorgado.
Cada momento que puedo pasar con Ariadma aumenta el tesoro que almaceno en mi corazón. Cada sonrisa que me brida es un rubí, cada mirada, un diamante y cada lagrima que acompaña a la súplica de que abandone, una perla. De esta manera me llevaré al Hades un tesoro tan grande que me será imposible dilapidarlo en toda la eternidad.
Solo me quedan unas horas para que tenga que adentrarme en el laberinto, ya me han bañado y perfumado. Ariadna me ha traído un último regalo. Me presentaré ante la bestia con una hermosa armadura de broce, tan pulido y brillante que parece de oro, coraza, grebas, casco y escudo labrados y bellamente adornados acompañados de una larga lanza de fresno y una brillante y larga espada. Seré en guerrero más hermosamente vestido que adorne la morada del Minotauro.
Cuando me propuse enfrentarme al desafía para conseguir el permiso de Minos, rey de Creta, para casarme con su hija Ariadna, el Minotauro ya había acabado con decenas de nobles guerreros que buscaban gloria y fortuna. Todos pensaban que estaba loco, unos culpando a Ares y otros más observadores a Afrodita, pues mi familia posee fortuna suficiente para vivir diez vidas, y provengo de una estirpe de héroes que nos han dotado de gloria, aún sin hacer nada para aumentarla, a sus hijos y nietos. Pero yo no busco aumentar gloria alguna, yo solo quiero que Ariadna y yo podemos estar juntos con la bendición de nuestros padres.
En cuanto Ariadna supo de mi decisión de adentrarme en el laberinto de Dédalo para dar muerte al Minotauro me suplicó que abandonara, que marchara de vuelta a Atenas, que prefería no tenerme a tenerme muerto. Pero yo no podía vivir sin ella, no podía concebirme como noble hijo de Egeo, heredero de una antigua y heroica estirpe si abandonaba a la mujer que amo por temor a la cierta muerte en el desafío del Minotauro. Alcanzaré la bella muerte, seguramente es mi destino, ante los habitantes de Creta en noble y épica lucha con la terrible bestia, pero nunca retrocederé por muy terrible que sea el destino que me han otorgado.
Cada momento que puedo pasar con Ariadma aumenta el tesoro que almaceno en mi corazón. Cada sonrisa que me brida es un rubí, cada mirada, un diamante y cada lagrima que acompaña a la súplica de que abandone, una perla. De esta manera me llevaré al Hades un tesoro tan grande que me será imposible dilapidarlo en toda la eternidad.
Solo me quedan unas horas para que tenga que adentrarme en el laberinto, ya me han bañado y perfumado. Ariadna me ha traído un último regalo. Me presentaré ante la bestia con una hermosa armadura de broce, tan pulido y brillante que parece de oro, coraza, grebas, casco y escudo labrados y bellamente adornados acompañados de una larga lanza de fresno y una brillante y larga espada. Seré en guerrero más hermosamente vestido que adorne la morada del Minotauro.
miércoles, 13 de enero de 2010
Preguntas infantiles
Hoy mi hija, de cinco años menos dos meses, me preguntó:
-¿Qué comen los cerdos?
- De todo. Respondí sin pensármelo mucho.
-¿Verduras?
-Sí.
-¿Lentejas?
-También.
-¿Huevos?
-Si se los dan, sí.
-¿Paredes?
Ahí empecé a prestar atención, está claro que tendré que concretar mejor mis respuestas.
-No, los cerdos no comen paredes, comen...- y aquí me sentí orgulloso de mi agilidad mental- comen lo mismo que nosotros.- Después de este ejemplo seguro que no le quedan dudas.
-...entonces... ¿comen chorizo?
Vale, la respuesta que orgullosamente había empleado había sido desmontada en tan solo una réplica. Claro que por un lado, a un cerdo si le damos carne de cerdo, se la comerían, pero por otro, a nadie se le ocurre darle chorizo a un cerdo, ¡canibalismo animal con complicidad humana! Y ahora a ver como le explico yo a la niña todo esto sin acabar más liado.
- No, no comen chorizo, pero eso mejor se lo preguntas a tu madre, que para algo es maestra.- Y si cuela, cuela.
-¿Qué comen los cerdos?
- De todo. Respondí sin pensármelo mucho.
-¿Verduras?
-Sí.
-¿Lentejas?
-También.
-¿Huevos?
-Si se los dan, sí.
-¿Paredes?
Ahí empecé a prestar atención, está claro que tendré que concretar mejor mis respuestas.
-No, los cerdos no comen paredes, comen...- y aquí me sentí orgulloso de mi agilidad mental- comen lo mismo que nosotros.- Después de este ejemplo seguro que no le quedan dudas.
-...entonces... ¿comen chorizo?
Vale, la respuesta que orgullosamente había empleado había sido desmontada en tan solo una réplica. Claro que por un lado, a un cerdo si le damos carne de cerdo, se la comerían, pero por otro, a nadie se le ocurre darle chorizo a un cerdo, ¡canibalismo animal con complicidad humana! Y ahora a ver como le explico yo a la niña todo esto sin acabar más liado.
- No, no comen chorizo, pero eso mejor se lo preguntas a tu madre, que para algo es maestra.- Y si cuela, cuela.
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