Todo era de lo más normal. El café estaba practicamente intragable. El televisor tenía el volumen demasiado alto. El camarero y una clienta discutían sobre la educación de los hijos. La máquina tragaperras intentaba hiptonizarnos a todos con sus luces cambiantes y agudos sonidos. Y yo no conseguía evadirme de todos esto aunque lo intentaba con todas mis fuerzas.