El Diablo tenía la piel de silicio recorrida por circuitos de oro. Sus cuernos escondían una antena WIFI y una Bluetooth. Jugueteaba con su tridente mientras hablaba por teléfono con un tono seco y directo. Me sonrió y me invito a sentarme en una de las sillas que tenía delante de una inmensa y oscura mesa de despacho. No quise demostrar interés en la conversación que mantenía así que me fijé en el inmenso despacho del CEO de Infierno Inc.
Además de amplio tenía unas excelentes vistas al infierno, que no es tan oscuro como me habían dicho, y podía verse las colinas del sufrimiento, el valle de la desesperación y si hacía un pequeño esfuerzo las puertas del no retorno. Estas vistas me causaron una sed terrible, cosa que debía ser habitual, porque la hermosa secretaria de Diablo ya estaba dejando en mi mano un vaso de agua. La mujer demonio me distrajo instantáneamente, totalmente, su sonrisa, sus suaves movimientos, el conjunto y los detalles eran totalmente embaucadores, si en ese momento me hubiera arrancado un brazo, yo no habría gritado, solo habría sonreído y ofrecido el resto de mis extremidades.
Diablo carraspeó, me giré hacia él, había dejado de hablar por teléfono y me miraba con una expresión divertida y burlona.
- No te preocupes, es normal, si siguieras a Alouqua te dejaría seco, ...literalmente.
No sabía que decir, tenía la garganta tan seca que ni el agua que ya estaba acabando me refrescaba. La verdad es que miraba para Diablo como un idiota. El no dejaba de mirarme y sonreír, mostrando unos dientes triangulares, afilados y dolorosamente blancos.
-Perdona que te haya hecho esperar, pero si no controlo bien a mis programadores son capaces de hacerme otra vez una chapuza como la del Vista.
-¿Windows Vista?-pregunte como un triste autómata.
-Si, se noto demasiado mi mano, y eso no es bueno para el negocio, vale que conseguí muchas maldiciones, ira y rabia, pero a la larga no conseguiría más que lo ignorasen. Ahora estamos trabajando en un sistema que enfade, incordie, en un principio, pero que a la larga enganche y enloquezca, ¡ahí si que estará el autentico beneficio para Infierno Inc!
Era un vendedor nato, un encantador de serpientes bicéfalas, conseguía que te olvidaras de la tortura eterna del infierno y aceparas venderle el alma a cambio de unos cacahuetes.
-Impresionante- le dije, -pero yo...
-Ya, ya, tienes razón, venías por otro asunto, perdona, pero es que me apasiona mi trabajo, seguro que a ti también, y no puedo evitar el dedicarme a ello en cuerpo y alma.
-No, si no quería interrumpirle...-ya tenía la boca seca y me costaba tragar.
-¡Ah! ya veo, es que aquí hace un calor infernal.-dijo con una gran sonrisa y acabó con una sonora carcajada. Yo seguía mirando atónito.
-¡No me digas que no tienes sentido del humor!-dijo mientras seguía enseñandome su sonrisa de tiburón.
-No, nada de eso, es que en este caso su afirmación era literal.- intentando mostrar mi mejor y más pícara sonrisa. Diablo soltó una sonora carcajada que resonó en todo el despacho, parecía que el eco de su risa no acabaría nunca. -¡Tu si que sabes!- dijo con el eco de su risa de fondo. No sabía que le había hecho tanta gracia, y la verdad es que no quería seguir tentando a la suerte, así que intenté reconducir la situación.
-Como ya sabe tenemos que echarle un vistazo a su problema antes de darle una solución... porque si el color del agua de su piscina es rojo por causas... como decirlo... infernales...
-Si, si, por supuesto, acompáñame... ¡Alouqua!
-¿Nos acompañará la señorita Aluqua?
-Si, ya verás, será espectacular.
-Eso me temo- dije muy bajito mientras seguía a Diablo y Alouqua hacia un ascensor de aspecto viejo y oscuro.
Nos leemos...