lunes, 8 de febrero de 2010

Contraseñas

Una de mis obligaciones es la de administrar una serie de equipos informáticos, unos de sobremesa y otros portátiles repartidos por aulas, aula 1, aula portátiles, etc. Entre las poco agradecidas tareas de instalar, actualizar y desparasitar está también la de crear, mantener y vigilar a los usuarios. Como mi trabajo consiste en dar cursos, los usuarios que creamos en estos ordenadores con Windows solo duran una semana más que los cursos, con lo que constantemente estamos creando y eliminando usuarios. Además con el constante paso de nuevos usuarios, personas, nos obliga a cambiar con cierta frecuencia las claves de administración de los equipos.
Había una serie de equipos portátiles que habían vuelto después de pasearse por Galicia durante una buena temporada, por los que me tocaba hacerles una revisión. Para este tipo de tareas usamos el usuario administrador, que siempre tenemos con contraseña, y desde el que podemos realizar todas las tareas necesarias. Así que me dispuse a pasar una entretenida tarde de revisión de equipos. Lo primero que hago es encender uno, el que tenía más a mano, e introducirle la contraseña de administrador. Me dice que me he equivocado, cosas que pasan cuando uno escribe con prisas, así que me veo obligado a intentarlo de nuevo, consiguiendo el mismo resultado, la tercera vez, y otra vez la negativa es la respuesta obtenida. Como tenía donde escoger, lo intenté con otro, quedándome igual, bueno, igual no, cada vez más tenso y cercano a la ira. Con el tercero pasa lo mismo y con un cuarto también. Llegado ese punto mi mirada incendiaba a cualquier infeliz que se cruzaba conmigo y mis pensamientos, de muerte y destrucción, eran perfectamente audibles por todo el mundo.
Me dirigí al aula donde se encontraba Oscar, compañero de penurias y co-administrador de los equipos, que al verme cruzar la puerta se agachó ágilmente evitando mi flamígera y letal mirada, claro está que mis terribles gritos exigiendo la lenta y espeluznante tortura de quien había osado alterar el usuario sagrado Administrador le alertaron de sobra. Allí, al borde de la desintegración por ira, le conté lo que le haría al insensato que nos había cambiado las claves de Administrador. Él, tranquilo, sacó el CD revientaclaves del estuche de emergencias y nos dirigimos hacia los equipos díscolos.
Ellos nos miraban desafiantes, pero nosotros teníamos la herramienta definitiva. Introdujimos el CD, arrancamos la máquina y esperamos a que nos diera la clave de cada usuario. Mientras Linux y sus maléficas herramientas trabajaban, yo seguí enumerando los poco delicados epitetos que le dedicaba al desdichado que había cambiado la clave y describía las torturas a las que le sometería.
Por fin acabó Linux su trabajo y emitió su veredicto. Usuario: Administrador, Clave: peliqueiro.
Oscar me miró mientras yo callaba, solo por un instante para volver a acordarme del que cambió la clave. -¡Seré idiota! La cambié antes de que se fueran y me olvidé anotarlo.
Oscar guardo silencio, extrajo el CD de la máquina y se marcho con una sospechosa sonrisa.

3 comentarios:

  1. Vamos a ver, idiota, idiota lo que se dice idiota no, pero que no te aplicas tus propios consejos, si. Anda que eres un mente lúcida.... estas cosas le pasan a cualquiera.

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  2. Ya se sabe, en casa del herrero, cuchillo de palo.

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  3. Vaya con la CLAVE y los ordenadores, te sacaron de quicio y todo por .... Adios
    Opera

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