martes, 19 de mayo de 2009

¡Buenos días!


¡Buenos días! Son las 7:29, hoy es el tercer día de la vigesimosegunda semana de 2139, vamos a tener un día despejado hasta las 21:37 que empezará a cubrirse. A las 22:16 lloverá con moderación hasta las 23:48. La temperatura máxima de hoy será de 22,8 grados centígrados a las 16:27. Tus tareas de la jornada te tendrán comodamente ocupada hasta las 15:24...
Lara se desperezó sin demasiado entusiasmo, salió casi arrastrándose de la cama en dirección a la ducha, que empezaba a arrojar agua a 37,6 grados centígrados. La ducha se cerró a los 4 minutos 38 segundos desde que abrió la puerta. Después de secarse se dirigió a la cocina mientras una voz a su espalda le recordaba que no se había vestido, que hoy tenía preparado un pantalón azul, una blusa blanca con motivos azules y...
Mientras se acercaba a la cafetera Migú levantó la vista de la pantalla del periódico y le dio los buenos días. Ella le preguntó,- ¿qué hay hoy para desayunar?-. Migú sonrió, -Si te fijases un poco lo sabrías perfectamente, hoy es el día 150 del año, por lo que toca café, una tostada, un kiwi, zumo de piña y...- Lara le estaba ignorando activamente, cada día caía en su trampa, pero no le importaba, le encantaba como ella intentaba ignorar el maravilloso orden de la vida moderna, la milimétrica exactitud del control climático, la cocina automática, el asistente personal...
Lara desayunaba con desgana,  la idea de vestirse según le indicase el armario la desesperaba, hoy pensaba obligarle a sacar tantas combinaciones como pudiese, a ver si estallaba. Empezó a pensar en que si todos obligasen a sus armarios a cambiar de combinación sistemáticamente era posible que dejase de ir todo el mundo conjuntado, era como vivir en un eterno musical, uno de sus terrores era que todo el mundo a su alrededor se pusiese a bailar.
Esa mañana hizo que el armario cambiara cinco veces de combinación, al repetirle la orden, -¡otra!-, por sexta vez, este volvió a sacar la primera combinación, como si ella no se fuera a dar cuenta, así que volvió a decir, -¡otra!-, por no darle el gusto de quedarse con la primera. Estaba claro que ese día tocaba ir de azul, todos los que vivían en el distrito 54 iban perfectamente conjuntados en tonos azules, hasta que no llegó al centro no empezó a ver otros colores.
Durante todo el trayecto en metro se permitió soñar con un día que la cocina permitiera escoger el menú, ese día comería solo ensaimadas y batidos de chocolate, o que el control climático se equivocase, y los armarios de todo el mundo proporcionasen brillantes chubasqueros y botas de agua para un día soleado. El centro se convertiría en un arco iris multicolor y brillante, muy brillante. Porque a Lara le gusta la ropa brillante, cosa que a su armario no parece entusiasmarle. También pensó en convertirse en terrorista anarquista-humanista y ejecutar acciones no violentas como la de llenar de globos de colores los trolebuses de superficie y que cuando abrieran sus puertas, estos salieran inundando las calles de caos y colorido. Estos pensamientos le hacían sonreír, lo que ayudó a que esa mañana empezara de mejor humor su organizado y optimizado trabajo, lo que ayudó a que Estel la invitara a un descafé y charlaran sobre lo mal que solía combinar el armario de media oficina.
Al final no fue tan mal día como Lara se esperaba.

Nos leemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario