viernes, 2 de octubre de 2009

En los túneles



Publicado por primera vez el miércoles 20 de diciembre de 2006

Hoy he tenido un sueño. Un sueño que puedo recordar. Un sueño que os voy a contar.
No se como he llegado a una sala sin ventanas, con las paredes blancas y sucias, con más personas, hombres y mujeres, que parecen tan desorientados como yo. Esta estancia tiene una salida, lo que parece un pasillo largo, mal iluminado por fluorescentes amarillentos. A veces puedo ver imágenes del futuro, una piscina de aguas rojas, pasillos con personas que vienen hacia mi, un tablón de anuncios con hojas viejas y caras de personas que conozco pero no recuerdo.
Sin saber porque el grupo de personas que aparecimos juntos estamos avanzando por el pasillo mal iluminado, voy casi a la cabeza, no puedo decir nada del grupo del que formo parte, no soy capaz de decir cuantos somos, pero parece que no más de diez, no se el nombre de nadie, ni que cara tienen, ni como suena su voz, aunque estoy seguro de que hablamos, de que comentamos que hace frío, que ahí delante hay un cruce, que es está pared alguien ha hecho una pintada, o que me parece que ahí delante hay más luz. El grupo avanza encontrando de vez en cuando a alguien sentado en el suelo, pero en esos momentos nadie dice nada, nadie hace preguntas.
En un pasillo muy ancho, peor iluminado, donde hace más calor, nos encontramos con más gente, unos sentados formando grupos pegados a las paredes curvas y antiguamente blancas, otros caminando en nuestro sentido o en el contrario, unos hablando entre ellos, otros callados mirando para nosotros, pero todos con un aire de naturalidad tranquilizador. Nosotros seguimos avanzando sin apenas hablar, solo una mujer rompe el silencio una o dos veces. Parece que este túnel lleva a algún sitio, a izquierda y derecha aparecen nichos, como entradas a otros túneles pero sin iluminar, oscuros, tan oscuros que parece que absorben la luz de los fluorescentes próximos creando pozos de oscuridad. Cerca de estos nichos no se ve a casi nadie, y cada vez vemos a menos personas.
El pasillo por el que avanzamos ha ido creciendo a medida que avanzamos, ahora debe tener unas diez personas de ancho, pero el grupo avanza en dos filas por el medio, más rápido en los tramos peor iluminados, y más lento en los mejor iluminados. En una intersección nos cruzamos con un hombre pequeño, muy pequeño, pero con unos rasgos totalmente identificables, era igualito a Jose Luis, mi primo. Una mujer que no conozco de nada le llama, -¡Jose Luis, Jose Luis!- pero él ni se inmuta, sigue su camino alejándose en la oscuridad.
Lo que a lo lejos era una sombra extraña se ha convertido en un pasillo perpendicular mejor iluminado y con un tablón de anuncios en la pared de la izquierda. El pasillo es corto y termina con cuatro escalones que suben a una puerta de dos hojas tan ancha como el pasillo que tienen en su centro sendos cristales empañados. En el tablón de anuncio hay una hoja que pone claramente, “Quien caiga en la piscina, acabará en el infierno”.
A pesar de la clara indicación nos dirigimos por este claro, caluroso y húmedo pasillo a la puerta, donde tiene que estar una piscina de dimensiones considerables con el agua brillante y roja.
Pero esto lo se porque lo había visto antes, porque sabía que el aviso no mentía, porque sabía que de la piscina no había escapatoria, porque ya había visto caer en ella sin remedio alguno a todos los que me acompañaban, porque sabía que iba a encontrarme solo ante la piscina que llevaba al infierno, descansando antes de ir por el siguiente grupo para tirarlos, uno a uno, y olvidarlos de inmediato.

Nos leemos...

2 comentarios:

  1. Profe, hace tiempo que no leo, pero espero que no olvides a la gente igual que la desechas en el infierno. Tetrico ¿no?.Guay me ha gustado.

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  2. Son las cosas que tienen los sueños...
    ¿Me ves capaz de olvidarme de la gente de la misma manera que en relato?

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