-No vuelvo.- Pensé. Intenté reforzar esta idea. -Esta no es forma de empezar la mañana.- Fijé la mirada en mi imagen reflejada en el espejo que tenía enfrente. Su mirada pasó de determinada a burlona. -Sabes que mañana volverás-, me dijo mi reflejo. Entorné los ojos y levanté el índice derecho en su dirección. Él siguió con los dos brazos apoyados en la barra y una sonrisa de superioridad en su cara. Tuve que responder. -Mañana encontraré un sitio tranquilo conun camarero, mejor, ua camarera sonriente y atenta qeu me ponga un mini croasán o un par de churros con el café.-
-Ya lo has intentado. Lo has dicho y pensado tantas veces que resultas patético. Y esto te lo digo desde le cariño.-
-Pues esta vez va en serio-, dije girando ligeramente la cabeza a la izquierda. Mi reflejo reconoció mi duda.
-Mira, es un placer hablar contigo pero cuando te pones burro tengo que decirtelo.-
Asentí. Mi reflejo esperó unos segundos para que hundiera un poco más y le mirará a los ojos.
-No tienes otro sitio donde ir. Estamos en medio de un maldito desierto de cafeterías. No es que no haya ninguna tranquila y agradable cerca, es que este ruidoso y desagradable lugar es la única de todo el polígono.-
Mi mirada pasó de mostrar mi derrota a un ligero odio. -Lo se- musité -pero podrías dejar que me quejara en paz un rato.
-¡Ya!- dijo levantando ligeramente los hombros -pero yo también estoy fustrado. Sabes que me gusta el té y tú solo pides café.
-No soporto el té.
-Vamonos, que aún vas a llegar tarde.- afirmó mientras yo miraba el reloj.
Pagué, como siempre, ante el despreciativo desdén del camarero y salí corriendo al trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario