-¡Tienes que ver como me ha quedado el coche! ¡Brutal!
-¿Coche? ¿tu tienes coche?
-Bueno, si, tío, mi cuatro ruedas, mi cochecito, vamos colega, mi correcaminos.
-Vale, acepto que a tu carricoche le llames correcaminos, y como me coges de buen humor, aceptaré coche, pero, ¿que es lo que le has hecho?
-¡Mira!
-¡Ayvarrediós!
-¡Mola!
-¡Mierda! Creo que me he quedado ciego, ¡espera! veo una luz...
-¡Ya verás cuando le ponga un escape nuevo y unas llantas flipantes...!
-¡No! ¡No creo que lo vea! Ya me ha llegado con esta visión... ¡Señor! ... como vuelva a mirarlo directamente acabo vendiendo cupones de la ONCE.
-¡Oye, que a ver si no me enrollo y no te llevo a dar una vuelta!
-Lo que me faltaba, ciego y suicida de una tacada, no amigo, no, por esa no pasaré. Venga, vente al bar a tomar una cervecita, pero no te traigas eso, dejalo ahí aparcado y no le hables de él a nadie.
-Vale, pero invitas tu.