lunes, 13 de julio de 2020

Agua

     Me pase toda la vida huyendo de las piscinas, los ríos y el mar. Todos creían que tenía fobia al agua, cosa que aproveche para no dar explicaciones. Y el caso es que me encanta bañarme y nadar. A nadie le conté el porque de mi negativa a sumergirme en una masa de agua mayor de una bañera.

     Hasta los trece años fui un crío normal. Flacucho, distraído, tímido y nada amante de la actividad física. Lo único que disfrutaba y se podía considerar deporte, era nadar. En cuanto me zambullía en la piscina municipal, de siete calles y 25 metros, era feliz. Me daba igual si nadaba siguiendo las órdenes del monitor o lo hacía por mi cuenta. Nadar era maravilloso.

lunes, 29 de junio de 2020

Clara

Uno

     Como todas las mañanas, esperaba flotando en la segunda plante del garaje a que el hombre que me puede ver llegase en su pequeño coche. Lo esperaba allí porque siempre que he intentado seguirlo, fuera del aparcamiento de ese edificio de oficinas, ha surgido una densa niebla que me cegaba y de inmediato volvía a aparecer en la planta -4 del maldito garaje.

     Si él no está cerca puedo moverme por el edificio. De día es muy entretenido y estoy enganchada a los chismorreos de la tercera planta. De noche me muevo por todas las oficinas y me distraigo observando los cambios de los distintos espacios. Por suerte puedo atravesar casi cualquier pared, menos las que me llevarían fuera y las de algunas habitaciones. También reluzco, así que soy mi propia fuente de luz. Cuando estoy más animada resplandezco con gran intensidad.

jueves, 18 de junio de 2020

Tito

Al cerrar la puerta de casa y entrar en mi blanco y pulcro mundo esperaba dejar atrás la “dolorosa angustia opresiva” de la que tanto me gustaba hablarle a mi psicólogo. Coloqué con algo de prisa las cosas en su sitio. La chaqueta en el perchero, el paraguas en el paragüero y los zapatos en el zapatero de la entrada. Quedaba dejar el móvil en su base de carga pero estaba algo despistado y fui la cocina a coger de la nevera un vaso de zumo de naranja.

Después de un buen trago de esa ambrosía me sentí un poco más centrado. Me di cuenta de que aún tenía el teléfono encima. Fui al salón y lo dejé en su sitio. Me senté en el sofá y cogí un posavasos del cajón de la mesita. No pensaba soltar el vaso de zumo hasta terminarlo pero así no cometería el horror de posarlo sobre la mesa sin protegerla.